Corsarios y piratas en Mallorca
Hoy en día, ¿Quién no se ha planteado unas vacaciones en la isla de la calma? Sí, así es, nos referimos a Mallorca, este enclave del Mediterráneo fácilmente accesible por tierra, mar y aire pero… ¿Acaso fue siempre un remanso de paz, playas recónditas y anuncios de cerveza?
Pues evidentemente la respuesta es no. De hecho, estas islas sufrieron numerosos ataques en todas las épocas conocidas, fueron objetivo de intereses internacionales y consecuentemente un escenario de lucha y peligro constante. Una de estas amenazas que han provocado asaltos a las costas, barcos hundidos, robos, secuestros y daños a veces irreparables son: los piratas y los corsarios.
¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE UN PIRATA Y UN CORSARIO?
Piratería: ataque y captura por parte de un buque privado en el mar o desde una base de operaciones marítima en tiempo de paz, o tregua, o en violación de la protección especial, sin autorización o justificación. FUERA DE LA LEY
Corso: ataque y captura de naves enemigas llevadas a cabo por un buque privado bajo la protección de una letra de marca o marca de corso o de una comisión emitida por una autoridad pública de la corona. AMPARADO POR LA LEY
Por lo que vemos es difícil establecer una diferencia clara, la única: a nivel jurídico, ya que el corso tiene derecho legal, se les concede una licencia y deben cumplir toda una serie de cláusulas establecidas previamente. Todo se resume en: el corsarismo reglamentado contra la piratería salvaje.
El corsarismo tiene dos razones importantes de ser:
- A través de ellos, la Corona conseguía un medio más de defensa del territorio y comercio, ya que estos se enfrentaban ante los enemigos de la corona y de la fe.
- Y por supuesto, era una fuente importante de ingresos procedentes de los impuestos que gravaban las capturas. Siempre se destinaba una quinta parte del botín (Quint reial) para la Corona.
EL CORSO – LAS LICENCIAS Y LAS MARCAS O PATENTES DE CORSO:
Para que una nave pudiese entrar en corso, era necesaria una licencia otorgada por las autoridades reales; en Barcelona y Valencia las concedían los jurados, y en Mallorca los gobernadores o lugartenientes.
Una vez obtenían la licencia, las naves ya se podían empezar a preparar o armar.
En las licencias siempre aparecía: El nombre del beneficiario, la clase de embarcación (solían ser embarcaciones pequeñas, rápidas y ligeras) y una cláusula por la que se excluían como posible objeto de presa a los súbditos de la Corona. Véase un tratado de paz o no agresión, como por ejemplo: magrebíes, judíos y musulmanes que iban a comerciar a los centros comerciales de la corona.
¡Vamos, que no agredan a los aliados!
Para cumplir con todo lo pactado se fijaba una fianza (negociada entre el corsario y las autoridades) y se nombraban diversos avaladores, los cuales normalmente participaban en el armamento de las naves; aunque también podían ser familiares del patrón.


La tarea de reclutar a una tripulación no solía ser fácil
Por ello se concedían ciertos permisos y salvoconductos sobre los delitos y excesos cometidos hasta el mismo día del enrolamiento (excepto por asesinato y violaciones). Además, a los patronos se les concedían los mismos privilegios que a los capitanes de las armadas reales en cuanto a jurisdicción civil y criminal. Es decir: plena protección, potestad y legitimidad para aquellos patronos que con sus naves ataquen, siguiendo la ley de corso, a los enemigos de la Corona.
Al mismo tiempo la Corona otorgaba Marcas, también llamadas Patente de Corso o Letra de Marca, a los mercaderes municipales, así el titular de la Marca, o mercader anteriormente atacado, podían convertirse en corsario para apoderarse de las naves y mercancías del país atacante hasta recuperar el valor de aquello que le había sido robado.
¡Justa venganza! Devuélveme todo lo que me has robado.
Las banderas, estandartes y cornetas de los buques de corso identificaban a la nación por la que luchaban; además también podían llevar algunas banderas adicionales para identificar al capitán o a los armadores del barco. Todo lo contrario que las insignias de los buques piratas, los cuales creaban sus propios símbolos, generalmente recordando a la muerte y la sangre.
Los estandartes se colocaban encima de la bandera solo en caso de incursión militar y solo se usaban en el buque insignia de la flota. Estos estandartes representaban la máxima autoridad de un estado.
Aunque con la Paz de Nimega en 1678 entre España y Francia la actividad corsaria disminuyó de forma considerable, la patente de corso se mantuvo hasta bien entrado el s. XIX.
EL BOTÍN DEL CORSARIO
La obligatoriedad de reembolsar una parte proporcional del botín a las autoridades reales era una de las características que marcaba la diferencia entre corso y piratería. Aunque al tratarse de un importe ocasional, su ingreso quedaba registrado con el concepto rebudes extraordinaries o algo así como ingresos extraordinarios.
Si el resultado era victorioso, la nave era asaltada y tomada, se saqueaban las mercancías, los bienes de los tripulantes, el armamento y el equipamiento del navío. También solían capturar a los hombres y mujeres de abordo. Si por alguna razón no podían llevarse la nave, ésta era quemada y hundida.
El botín, restando la parte proporcional del rey (1/5 parte), se subastaba públicamente con la tripulación prisionera, y las soluciones eran diversas:
- Los de menor rango se convertían en esclavos y los vendían o los ejecutaban.
- Otros los llevaban a la ciudad del corsario desde donde las autoridades pedían un elevado rescate.
- Intercambio de prisioneros.
EL PIRATA
Considerado salvaje e inhumano. El pirata se diferencia del corsario por el hecho de que este actúa por beneficio propio.
Si tenía éxito en la empresa, los resultados no variaban mucho de los resultados de éxito del corsario; pero si la acción fracasaba no tenía a la Corona para reclamar y que pagasen por él un rescate, sino todo lo contrario, el país atacado enviaba naves contra él con el objetivo de apresarlo. Sus bienes eran incautados y vendidos en subasta.
Eran considerados parásitos del comercio, _ porque de hecho todo lo facturaban en “B”_


LA DEFENSA DE LAS ISLAS - MURALLAS Y ATALAYAS
La lucha entre Islam-Cristiandad tuvo, durante mucho tiempo, la península Ibérica como escenario principal, pero con la caída de Granada en 1492 esta lucha se trasladó al Mediterráneo, reactivándose así la piratería y el corsarismo.
Ahora el Mediterráneo se convertía en el escenario principal y un área muy peligrosa. Las Baleares se convirtieron, por así decirlo, en “escudos defensores” de las costas del Levante peninsular y por tanto una de las zonas más atacadas.
Los corsarios otomanos más famosos de esa época fueron los hermanos Oruj y Hayreddin Barbarroja, quienes desde su base de Argel (controlada desde 1516) protagonizaron numerosas expediciones por todo el Mediterráneo occidental y asolaron las costas de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, del Levante peninsular y las Baleares, destacando el ataque de Maó en 1535 y el ataque y saqueo de Ciutadella en 1558.
Para luchar contra ellos, y poner fin al dominio de Argel, en 1541 Carlos I llegó a Mallorca para poner rumbo al norte de África. Su llegada fue descrita en el Libre de la benaventurada vinguda del Emperador y el de rey don Carlos en la sua ciutat de Mallorques y del recebiment que li fonch fet juntament ab lo que mes sucehí fins al dia que parti de aquella per la conquesta de Alger. Pero esta gran empresa fracasó, lo cual marcó el fin de una política activa para defender el Mediterráneo occidental de los turco-otomanos.

A principios del s. XVI los mallorquines estaban constantemente atemorizados debido a las noticias que llegaban sobre Barbarroja
y sobre Carlos I, ya que estaba más implicado en la política del Imperio (lucha contra los príncipes protestantes) que en la política de la corona hispánica. Por ello, no es de extrañar que el Gran i General Consell, en junio, impulsase la despoblación de lugares cercanos a la costa.
La despoblación de Formentera, Cabrera y Sa Dragonera eran otro factor importante, ya que solían ser utilizadas como refugio y plataformas de lanzamiento de operaciones corsarias contra Eivissa y Mallorca.

Es después del ataque y saqueo de Maó en 1535 cuando las Baleares se pusieron en guardia.
Se empezó a organizar un plan defensivo. Se consideraba que había pocas fortificaciones, que eran necesarias muchas reparaciones, se necesitaban bastiones y una mejor dotación de artillería.
Para proteger a la población isleña se creó un sistema defensivo: en los principales núcleos urbanos era necesaria la edificación de recintos fortificados que incorporasen los nuevos avances técnicos que consistían en baluartes poligonales y trazados geométricos preparados para resistir el fuego artillero; la construcción de una red de atalayas para vigilar el litoral y la erección de torres-refugio en algunas explotaciones rurales del interior.
En Menorca, después del ataque en 1535 de Barbarroja en Maó, las murallas fueron reforzadas y en 1555 empezaron las obras del Castell de Sant Felip, dirigidas por el ingeniero Giovanni Battista Calvi y posteriormente por Giacomo Paleazzo Fratin.
Las murallas medievales de Palma ya habían sido reforzadas durante el reinado de Fernado el Católico y Carlos I; aún así, en 1543 el Gran i General Consell aprobó la construcción de un nuevo recinto de murallas las cuales empezaron a construirse en 1562, aunque sí que ya se habían empezado las obras de tres nuevos bastiones (el del Socors, Santa Margalida y del Príncep). En Alcúdia, a partir de 1543 se reforzaron las murallas con cuatro baluartes para poder emplazar la artillería, se aumentó parte del lienzo de la muralla y se ahondó el foso.
En Ibiza, a principios del siglo XVI llevaron a cabo la construcción de una red de torres de vigilancia y en 1552 se realizaron diversos proyectos de fortificación de la ciudad.

Además de todo esto, se construyeron torres de defensa y de vigilancia por todo el litoral, sobre todo en el sur y este de Mallorca. A finales del s. XVI, Mallorca se organizaba en: dos plazas fuertes (Palma y Alcúdia), seis castillos (Alaró, Pollença, Santueri, Bellver, Artà y Capdepera), dos torres – fortaleza (Sóller y Cabrera) y cerca de 30 atalayas o torres de vigilancia.
La suma total para la fortificación de las islas Baleares se estima que fue de 2.284.000 libras entre 1550 y 1650; una cifra considerable sufragada a medias por la Corona y las Universitats.


MALLORCA Y SUS CORSARIOS
Entre la mitad del s. XVI y XVII hay un auge en la actividad corsaria mallorquina, es en estos momentos cuando algunos de nuestros corsarios fueron temidos por todo el Mediterráneo. El gran detonante de este aumento fue la batalla de Lepanto (1571) contra el imperio otomano, a partir de este momento, Felipe II intenta controlar con las armadas el Atlántico y las Indias Americanas, dejando el Mediterráneo sin apenas escuadras oficiales.
Debido a las relaciones inestables entre España y Francia, la “Guerra Santa” contra los otomanos y los enfrentamientos con los ingleses la corona española se siente rodeada, es por ello que aumenta de forma considerable la actividad corsaria, ya que como hemos dicho antes funciona como otro sistema de defensa y también como fuente extraordinaria de ingresos.
Son más de medio centenar los mallorquines documentados que formaron parte de esta “guerra lícita” o actividad, ya sea como armadores o como capitanes. Muchos de ellos nacieron en familias humildes, pero murieron con grandes fortunas. El capitán Jaume Canals y el capitán Toni fueron dos de ellos. Pero incluso la nobleza mallorquina (como la familia Sureda, el conde de Montenegro y de Montoro Ramon Despuig, Gaspar Puigdorfila, el marqués de Solleric Miquel Bonaventura Berenguer Vallés d’Almadrá), formó parte de este tipo de actividades financiando “empresas” como armadores de buques.
CAPITÁ JAUME CANALS (1602-1679):
Jaume Joan Canals i Penya nació en Sóller en una humilde familia. Su padre, Antoni Canals era patrón de barco y su madre, Esperança Penya, era hija de un marinero.
Nos encontramos en unas épocas donde la escalada social era difícil, ya que la nobleza se casaba con nobleza, los campesinos, con campesinos, los patrones de barcos con patrones de barcos, etc. Por ello, la escalada o promoción social sólo podía ser posible gracias al dinero. Por ello, el éxito de la actividad corsaria generó grandes cantidades de riqueza y permitió ascender la escalada social en una sociedad muy cerrada y clasista. A mediados del siglo XVII, Canals se convirtió en uno de los financieros de las operaciones corsarias de Mallorca, fue uno de los principales armadores de la Escuadra de Mallorca desde 1660.
Su actividad como corsario, se cree, tuvo lugar en la década de los años cincuenta, después de las actuaciones en Nápoles y Cataluña en defensa del rey Felipe IV. En 1656 fue elegido Conseller del Col·legi de la Mercaderia. Posteriormente, fue adquiriendo embarcaciones y entró en el mundo de la exportación de mercancías pero sobre todo de aceite.
A partir de los 60 años, su actividad corsaria fue disminuyendo y fue convirtiéndose en uno de los principales armadores y financieros de las operaciones corsarias, participando en casi todos los armamentos de la Escuadra de Mallorca desde principio de la década de los sesenta hasta su muerte en 1679.
Murió siendo alcaide de Bellver y con título de Caballero. ¡El triunfo de un emprendedor!


CAPITÀ ANTONI BARCELÓ PONT I DE LA TERRA (1717-1797):
Podemos decir que el Capità Toni fue el corsario más famoso de Mallorca. Nació en Palma, en el barrio del Puig de Sant Pere, el carrer del Vi (actualmente sede de los teatinos) y era hijo de un patrón de jabeque. En sus primeros años trabajó como correo entre Palma y Barcelona y más tarde, como muchos marineros solicitó la patente de corso para defenderse de los ataques enemigos.
Pese a que siempre trabajó bajo la patente, participó en muchas batallas apoyando y dirigiendo escuadras de la armada española, por ello, muchos lo consideraban un personaje militar y no propiamente un corsario.
Fue promocionando rápidamente en la escala social y de la armada. En 1738, gracias a una victoria contra naves argelinas, obtuvo el grado de alférez de la armada, desde el cual fue ascendiendo hasta convertirse en teniente general de la armada española.
Gracias a los méritos de guerra, se convirtió en uno de los marineros favoritos de Carlos II, pero ese privilegio, junto con su rápido ascenso en su carrera militar y social hizo que los altos oficiales de la armada estuviesen en su contra, ya que el Capità Toni tenía orígenes humildes, era analfabeto (solo sabía escribir su nombre), tosco y bruto en sus modales. Por ello, sus valedores siempre fueron sus subordinados o gente del pueblo llano.
“Aunque es un excelente corsario, no tiene ni puede tener por su educación, las cualidades de un general”.
En 1779 llevó a cabo una de sus grandes gestas. Carlos III lo puso al frente de las fuerzas navales destinadas al bloqueo de Gibraltar. Para que la empresa tuviese éxito, Barceló inventó las “lanchas cañoneras” con mucha más movilidad. Sin embargo, debido a intrigas de palacio contra él y a las tensiones entre el mallorquín y los oficiales de carrera, fue destituido de su puesto y se retiró a Mallorca. La situación en Gibraltar empeoró y Barceló volvió al frente. Tenía un plan de ataque, pero no tuvo tiempo de llevarlo a cabo. España había firmado el Tratado de Versalles, en el cual se reconocía la soberanía inglesa sobre el peñón. España perdió Gibraltar a manos de los ingleses. Pese a ello, el pueblo continuó apoyando a Barceló con esta cancioncilla:
“Si España tuviese cuatro como Barceló, Gibraltar sería de España, que de los ingleses no”.

Una curiosidad es que Antoni Barceló era una persona muy religiosa, siempre antes de zarpar y justo al llegar de una travesía su destino era el mismo: la iglesia parroquial de Santa Creu, donde está enterrado; pero ello no impedía que fuese también famoso por su conducta sanguinaria, ya que si sus prisioneros era musulmanes no dudaba, al llegar a Palma, en degollarlos en el Paseo del Born.
Hoy es hijo ilustre del Ajuntament de Palma.
Síguenos