Leyendas de Palma - Sa mà des moro
Fue en el siglo XVIII, exactamente el 18 de Octubre de 1731, cuando el sacerdote Martí Mascort apareció asesinado a cuchilladas en su casa de la calle de Sa Guixeria, confluencia con la calle de Montenegro, hoy conocida como la calle de Sa Mà des Moro.
Don Martín Mascort, era un presbítero de una parroquia de las cercanías, vivía en una pobre casa y su existencia rayaba la miseria hasta que un día, quiso la fortuna que, al golpear uno de los tabiques de la pared. Esta cediera descubriendo la existencia de una cámara oculta. Ante los atónitos ojos del reverendo, apareció entonces un fabuloso tesoro, tres ollas de tierra repletas de oro cuyo valor dejó atónito al sacerdote.
La humilde casa se convirtió pronto en una hermosa mansión y don Martín tomó a su servicio a un joven y apuesto criado moro conocido como Ahmed. También contrató a una anciana ama de llaves a la que encomendó el cuidado de su sobrina, la joven María, que hacía tiempo que compartía con él su casa.

Al poco tiempo, estalló un amor apasionado en las almas de los dos jóvenes.
Ahmed, consciente de los impedimentos que suponían su raza y su religión, hacía continuas promesas a la muchacha de que se haría cristiano si accedía a acompañarlo hasta África, donde le esperaba una gran herencia que le convertiría en un hombre rico. Una vez cristianizado, volverían para solicitar el perdón del tío.
Era el 18 de octubre de 1731, la noche prevista para la fuga. Amparados en la oscuridad, Ahmed y María llegaron hasta el embarcadero, pero con el pretexto de recoger algo más de ropa, el muchacho regresó a la casa. Se dirigió hasta la alcoba del sacerdote donde dormía profundamente.
Ahmed no lo dudó, y lo cosió a puñaladas dejándolo tendido en un charco de sangre. Acto seguido empezó a buscar las llaves del arcón, donde sabía se encontraba la fortuna. Mientras andaba revolviendo cajones, entró en la habitación la criada y viendo la escena gritó de tal manera despertando a todos los vecinos. Él, cegado por el pánico, buscaba torpe y desesperadamente la salida. Finalmente consiguió escapar, pero se dió de bruces con los alguaciles de la ronda, que llegaban atraídos por el griterío del vecindario. Ahmed fue por tanto detenido y María terminó sus días en un convento.

El 15 de noviembre se notificó la sentencia de muerte.
Antes de la ejecución, Ahmed debía ser arrastrado por las calles y su mano derecha cortada. Pero estas circunstancias se modificaron, aplazando la mutilación para después de muerto, ya que el reo se había convertido al cristianismo y siendo los padrinos el alcaide de la cárcel y su esposa. Tras la ejecución, el verdugo o “Morro de vaca” o botxí (como se les llamaba por el tipo de capucha que llevaban parecido a un morro de vaca), en cumplimiento de la sentencia le cortó la mano derecha y las autoridades la colocaron en una hornacina protegida por una verja de hierro, en el portal del sacerdote asesinado, para que la gente pudiera contemplar el escarmiento aplicado a tan vil asesino.
Fue allí cuando la calle se empezó a conocer como es carrer de sa mà des moro. El resto del cuerpo fue incinerado en las inmediaciones del convento de Itria, situado cerca de lo que es hoy la calle General Riera.
Lo curioso de la historia, es que el 15 de noviembre de 1731 no solo murió Ahmed sino dos personas más: Su amada María, quien murió de pena; y el ama de llaves de camino a casa.
En 1840 se veía aún sa mà des moro tras una reja de hierro.
La casa fue reformada y la mano desapareció, pero la verja duró más tiempo. Se creía que el alma atormentada de Ahmed seguía allí, ya que los vecinos escuchaban sonidos escalofriantes en la zona. Se dice que cada 15 de noviembre se escuchan voces y cadenas arrastradas por la zona de la mansión, los sonidos de la mano arañando las tinieblas y el goteo de la sangre hasta el alba.